Aquel que cree sufrir por alguien demuestra su incapacidad de percibir los verdaderos problemas del mundo. Todo aquel que lloró alguna vez por amor, que sintió como lentamente una parte de él o ella moría por dentro, crea un fantasma, un fantasma que vaga consigo a cada momento, está en cada rincón y le acompaña a todas horas. Sucede de vez en cuando que crees que ha desaparecido, pero los fantasmas no pueden morir, ya lo están, quizá es mejor transformarlo en recuerdo pero eso es imposible, un recuerdo se disfruta y tú no lo puedes disfrutar. Poco a poco te consumirá hasta que llegué aquella persona que sea capaz de exorcizarlo de una vez por todas y mientras llegue solo pensaras en que hubiera pasado... pero déjame decirte algo, el hubiera no existe y el pasado quedó grabado en tu memoria así como el agua de lluvia se queda en los charcos del mes de agosto.
Solo recuerda lo que un día perdiste y aprende a valorar lo que tienes, tú eres testigo de que nada dura para siempre.
king Feria.
martes, 18 de agosto de 2015
jueves, 13 de agosto de 2015
El cuarto oscuro Fragmento.
Todos los días escribo, a veces mucho a veces poco, lo importante es seguir escribiendo. Como lo he mencionado antes: Soy novelista así que constantemente trabajo en mis obras, en estos momentos estoy trabajando en la segunda parte de Doctor Cosmo, por lo que me cuesta mucho escribir otras historias o artículos, sin embargo hay una bastante especial que es parte de la mitología que estoy construyendo, dejaré un fragmento de aquel cuento solo para su deleite, espero y en unos pocos días pueda subir la versión final.
El cuarto oscuro
Fragmento del cuento: El cuarto oscuro.
El cuarto oscuro
No suelo creer mucho en los sueños más allá de
que son una representación abstracta de los deseos ocultos que todas las
personas tenemos. A veces sucede que
soñamos con la muerte de un ser querido, pero esto no quiere decir que es parte
de alguna fantasía, si no meramente la relación que tuviste con aquella persona
en algún punto de tu vida y lo relacionaste con tus propios temores.
Sin embargo existen ciertos elementos que
hacen del mundo onírico una ventana hacia el futuro u otras dimensiones… no
debo mencionar esto abiertamente ya que si alguno de mis colegas de la
universidad lo escuchara perdería toda mi credibilidad como doctora, especialista
en la demencia humana. A pesar de mis
esfuerzos por intentar encontrar alguna pisca de raciocinio no lo he podido
lograr y no quisiera pero estoy completamente segura de que Damián tiene algo
que ver. Ya que desde que aquel niño
pisó mi consultorio no he parado de soñar con… eso… aquella figura humanoide.
Todo comenzó hace nueve días exactamente,
cuando recibí una llamada del doctor Juan Méndez pidiéndome un favor muy
especial. Estaba un poco intrigada porque jamás había sido requerida por mi
colega. Me invito a tomar una taza de café en alguna de nuestras horas de
descanso, a decir verdad me parecía muy bien, parte por mi curiosidad de lo que
tenía que decirme y parte porque siempre se me había hecho un hombre bastante
atractivo. Acepté y unas horas después
estábamos sentados frente a la universidad en un pequeño puesto de
expresos. Me encontraba sentada frente a una mesa bajo una gran sombrilla que
cubría los radiantes rayos del sol de verano, mientras que Juan se acercaba con
dos tazas de café, una en cada mano. Al ponerla frente a mi tomé el sobre de
azúcar y lo vertí, Juan me ofreció el de crema pero lo rechacé, comencé a
revolver mi bebida y cuando estuvo lista di un sorbo, el hizo exactamente lo
mismo. Le temblaban las manos, parecía nervioso, o mejor dicho ansioso, como si
no fuera la primera taza de café del día, tenía unos sacos ojerosos muy
marcados a causa de la constante falta de sueño. Estaba tan concentrada
apreciando los detalles de su aspecto que ignoré que había estado llamándome
desde hace unos segundos.
Fragmento del cuento: El cuarto oscuro.
King Feria.
miércoles, 12 de agosto de 2015
Dr Cosmo
Como muchos saben, soy un escritor apasionado y activo, sin embargo con los tiempos me es dificil definir lo que en realidad me gusta: Novelas, cuentos, relatos, historias, tantas cosas de mi preferencia, sin embargo mi estilo y gusto característico es la novela.
Así que aquí les comparto un fragmento de mi primera novela, espero y sea de su agrado.
Así que aquí les comparto un fragmento de mi primera novela, espero y sea de su agrado.
Doctor Cosmo
El diario de
un asesino
¿Quién eres tú para
juzgar los actos que he cometido? Lo que ves cómo una crueldad increíble y
maldad absoluta, incluso algo de locura, yo lo veo como progreso, redención,
descubrimiento… está bien, quizás tengas razón, probablemente matar a 107
personas pueda ser considerado un acto
de demencia total. Pero créeme cuando te digo esto: era necesario.
Tal vez hayas escuchado
de mí persona últimamente, ya que los periódicos no paran de hablar de lo que
hice. Muchos afirman que nací sin ningún tipo de conciencia y seguramente
tengan razón, o a lo largo de mi camino la perdí. Hoy solo veo oscuridad y donde
mis ojos ven muerte un día vieron vida,
pero ¿sabes algo?, me aburrí de ver vida
y solo me interesó la muerte y el dolor. Si te preguntas que me llevó a esto,
No te preocupes, te contaré mi historia.
DR.COSMO.
Capítulo 1
Mi verdadero nombre es Erick
Esteban Perkins y mí nacimiento no fue nada especial. Mi madre, en una acalorada noche de verano, se encontraba
recostada en su cama de hospital,
esperando pacientemente la hora, para poder dar a luz a su primogénito. El encargado
de la difícil tarea de traerme a este
mundo, fue mi propio padre: un honrado y respetable doctor. Cuando nací, él,
muy orgulloso me sujetó entre sus brazos y sonrió al verme.
—Es
un niño mi amor, ¡y nació muy sano! — Gritó al escucharme llorar.
—Dámelo
Esteban, quiero verlo. — Mi padre me entregó a los brazos de mi madre. Ella me
arrulló, tratando de parar mis lloriqueos, y al recostarme en su regazo, me
quedé dormido.
El
tiempo pasó rápidamente, y aunque fuera tan solo un bebé, tengo algunos recuerdos
de mi etapa en pañales. Éramos una familia feliz, una familia normal, vivíamos
en una ciudad pequeña de nombre Destello, el lugar ideal para crecer supongo
yo. No había edificios gigantescos, ni tampoco grandes multitudes, solo unas
cuantas cosas a destacar, las familias felices eran el resultado perfecto de
esta ecuación, es por ello que mucha gente tomaba la decisión de crear allí un
hogar, apartado del complejo mundo exterior.
Unos
meses después, mi madre se embarazó nuevamente. Recuerdo que constantemente me
decía que pronto tendría un hermanito o una
hermanita. Habían construido un cuarto especial para el nuevo miembro de
la familia. Tenía detalles en azul y rosa. Compraron una cuna que dejaron en el
centro de la habitación adornada con un móvil sobre ella. Este, se encontraba
girando en el aire con formas de cubos, aviones y otros juguetes que no puedo
recordar.
Las
semanas pasaron rápidamente y mis padres estaban cada vez más entusiasmados,
pero mi padre pasaba mucho tiempo en el hospital, así que constantemente (sobre
todo en los últimos meses) la abuela venía a ayudarle a mi madre con los
quehaceres de todos los días. Hacía la comida o la limpieza. Por las noches
cuando mi padre volvía, después de terminar su jornada, subían al coche y regresaba
a la abuela hasta su casa y a la mañana siguiente volvía a ir por ella muy
temprano.
Cuando
la fecha tan esperada llegó, creo recordar que era alrededor de las diez de la
noche o cercano a esa hora, ya que estaban pasando el noticiero nocturno. Me encontraba
sentado en la alfombra de la habitación del televisor y mi abuela me vigilaba
(o al menos eso parecía). De pronto y sin previo aviso, mi madre, desde el
segundo piso gritó fuertemente. Me asusté, o mejor dicho nos asustamos. Mi
abuela saltó casi literalmente del sillón reclinable y subió corriendo las
escaleras. Yo gateé hasta ellas, quedándome al borde del primer escalón.
Al
pasar unos minutos y mientras mordía uno de mis juguetes, apareció mi abuela.
Tomaba a mi madre del brazo y la ayudaba a bajar las escaleras. Cuando llegó a
la planta baja mi madre sollozaba y se tocaba el vientre. Yo la miraba
desorientado y ella, al darse cuenta de que la veía me dijo, “estoy bien bebé,
no te preocupes”.
Mi
abuela con gran rapidez y destreza (nada natural para una mujer de su edad y
complexión) subió una maleta al auto, después me tomó entre sus brazos, me
sentó en el asiento trasero sujetándome en mi silla para bebé. Cerró la puerta
y la aseguró, ayudó a subir a mi madre y por último se subió ella, dio un vistazo
a la calle y puso el auto en marcha. Sacó su teléfono celular y llamó a mi
padre para decirle que algo extraño pasaba. Aún no era el tiempo, el bebé se
había adelantado.
Íbamos
camino al hospital, mi abuela trataba de calmar a mi madre diciéndole que todo
iba a estar bien, pero ella parecía no escuchar sus palabras por el dolor que
sentía en ese momento. Yo trataba de verla, no resistí, al final giré mi cabeza
en otra dirección. Mi vista se perdió en el camino y miraba como las luces de
los faros de la calle pasaban velozmente. Cuando por fin llegamos a nuestro
destino, mi padre se encontraba acompañado por un grupo del personal médico que
nos esperaba en la entrada del hospital con una silla de ruedas. Mi madre salió
del auto y sus piernas flaquearon, casi caía al piso. Mi padre y los demás
enfermeros lograron ayudarla a sostenerse. Recuerdo muy bien esa escena, al
voltear mi cabeza hacia el suelo pude ver una gran mancha de color oscuro. Fue
la primera vez que vi la sangre.
Mi
padre estaba teniendo una crisis nerviosa, apurando a todas las personas que
estaban allí, de pronto sentí unas manos alrededor de mí cuerpo. Era mi abuela,
que torpemente intentaba soltarme de mi silla. Le extendí los brazos, abrí y
cerré mis manos. Cuando por fin logró desatarme me llevó adentro del hospital.
Mi madre se encontraba tumbada en la silla de ruedas. Su cabello negro y lacio
esa noche se veía sin vida, como si fuera el presagio de que algo muy malo
estuviera a punto de suceder.
Mi
abuela no sabía a donde ir, así que nos quedamos en la recepción. No había
nadie. Era una sala redonda con unos pasillos al fondo, delimitados por tres
puertas automáticas. En el centro estaba la recepcionista, rodeada por un
escritorio hecho de madera y pintado de un color oscuro. Esparcidos alrededor,
se hallaban unos muebles en donde la gente podía sentarse a esperar, y en las
paredes varios televisores encendidos. Mientras tanto, a mi madre la habían
conducido por el pasillo central. En ese entonces no sabía leer pero asumo que
había entrado a terapia intensiva.
La
pobre anciana le temblaban las manos, comenzaba a orar en silencio. De su bolsa
sacó un rosario y un libro de oraciones, con la imagen de una paloma de color
blanco. Leía en voz baja como si susurrara y cerraba los ojos. Entraba en un
trance inducido por ella misma. La mujer de recepción; una joven que no tendría
más de veinte años, se acercó a ella y le ofreció una botella de agua. Mi
abuela se estremeció un poco porque estaba demasiado concentrada. A pesar del
susto aceptó y bebió.
Las
horas pasaban rápido. Era de madrugada. Mi abuela se quedó dormida con el
rosario en la mano, yo me encontraba recostado en sus piernas y permanecía sin
hacer ruido. Había un silencio profundo y más porque bajaron el sonido de los
televisores. Escuché como se abría una puerta automática, y al incorporarme un
poco pude ver a mi padre. Su cara no denotaba algo más que no fuera cansancio y
frustración. Reí un poco y sacudí mis manos. Eso provocó que la abuela
despertara. Casi olvidando que estaba cuidándome, se puso de pie y fue hacia
donde él se encontraba. Yo me quedé en el sillón. Con los oídos muy atentos me
acerqué al borde tratando de escuchar lo que mi padre tenía que decirle, pero
era inútil, no alcanzaba a oír nada. Fue cuando de pronto la sala entera
ecualizó un lamento que venía de mí abuela y caminando aprisa fue y se metió
por uno de los pasillos. Mi papá se acercó a mí y yo sonreí. Me cargó, me dio
un fuerte abrazo y comenzó a llorar.
Era
demasiado pequeño para comprenderlo y no pude hacerlo hasta que me llevó al
cuarto con mi madre. Estaba en la cama con su bata puesta, agotada, recargada
en el respaldo con una mirada perdida y el rostro pálido, como si no estuviera
allí. Mi abuela estaba a su lado acariciándole la mano intentando contener las
lágrimas. Mi padre me acercó a mamá. Volteó a verme y con ojos cristalinos me
dijo:
—Erick…
creo que no tendrás una hermanita —. Comenzó a llorar y todos en la habitación
junto con ella.
Este fue el primer capítulo de la novela: Doctor Cosmo, el diario de un asesino, la primera parte de una trilogía que promete ser emocionante, enganchante y atrayente.
Si alguien conoce una editorial o a un agente editorial, les pediré de favor que contacten conmigo, se los agradecería muchisimo.
king Feria
sábado, 1 de agosto de 2015
Recuerdos
Recuerdos es la segunda parte de una serie de historias que se relatarán poco a poco, aquí está la primera parte: Atormentado
¿Cuál era su nombre?
¿Cuál era su nombre?
Marcela… No, Marisela…tampoco…quizá, María… o
tal vez Melisa… No lo recuerdo. Y si no lo recuerdo ¿Por qué avanzar?
Detrás de mí ya no había nada, la brecha que
se abrió en la ciénaga dio paso a unas escaleras en espiral que descendían
hacia una oscuridad asfixiante. La única luz que me separaba de las sombras
demenciales era la de mi placa que brillaba con la intensidad de una pequeña
estrella. “mi estrella”” Tragué saliva
y me repetí tres veces seguidas “¿hacia dónde voy?” entonces recordé lo último
que aquel espectro me dijo “si aún me amas, sabes dónde estoy” pero, eso podía significar
tantas cosas, quizá lo haya dicho solo para llevarme a una trampa y si así fuera
caí rotundamente en ella. Seguí descendiendo sin llegar a ningún lugar, los
segundos se transformaron en minutos y los minutos en horas, me estaba cansando
así que me quedé de pie, solo oscuridad, nada adelante ni atrás, era de locos.
“Ya no recuerdas” escuché un susurro al lado
de mi oído. De repente comencé a asfixiarme, mi garganta se cerró y llevé mis
manos al cuello, trataba de respirar, pero lo único que conseguía era sacar una
toz rasposa y gutural. Unas manos invisibles me sujetaban, me tumbé en los escalones y traté de
recargarme en lo que creí que era un muro, pero solo era una ilusión que
separaba a un abismo infinito. Perdí el equilibrio y caí a aquel vacío, la única luz que llevaba conmigo se desprendió
de mis manos y se alejó rápidamente de mí, estiré mis manos como si estuviera
aleteando para tratar de alcanzarla pero era inútil, parecía que flotaba
mientras que yo me hundía.
No sé si era un sueño, si tenía los ojos
cerrados o abiertos, si aún pensaba o… había dejado de pensar. Imágenes… Solo imágenes, recuerdos de un
pasado ya distante…
“Cuando
tenga hijos, van a nacer con mi meñique” Solía
decirme, y en mi recuerdo solo veo nuestras manos comparándolas “Tienes manos hermosas… espero que nuestros
hijos saquen tus manos” respondía yo,
y ella solo reía.
Abrí los ojos al sentir una sensación fría en
mi mejilla, dos, tres veces, una gotera de agua. Me puse de pie, la oscuridad
no era tan profunda… “espera” me dije a mi mismo. Allá, a unos metros delante estaba
mi estrella, aun brillante, iluminando todo el lugar. Parecía ser una cueva, había
cientos de estalactitas y un lago en el centro, tan grande que no podía ver el
final, solo las orillas. Tomé aquel artefacto luminoso y me acerqué al agua,
tambaleante y sediento ¿cuánto tiempo había estado inconsciente? Me puse en
cuclillas y tomé un poco de agua entre mis manos, le di un sorbo y luego tomé más
para esta vez empaparme la cara. Una corriente de aire helado como la que sentí
cuando estaba en la ciénaga casi me tira al agua. Caí de culo y me arrojé hacia atrás de un solo impulso para
alejarme de allí. Aquella brisa se llevó el agua junto con ella y secó aquel
lago subterráneo, era muy profundo y se vació en unos cuantos segundos. Comencé
a escuchar una risa en el viento acompañada de cientos de lamentos y gritos, perforaban
mi cabeza, me llevé las manos a mis oídos pero las seguía escuchando me estaba
volviendo loco, entonces mi estrella comenzó a perder su brillo, “no por favor”
le supliqué, si la perdía me hundiría por fin en la locura y no sabría qué pasaría
entonces. Resignado, me puse en posición
fetal y comencé a llorar, poco a poco se iba apagando, entonces cerré mis ojos
y me dije a mi mismo que esperaría en
silencio mientras terminara de apagarse, no quería ver como la única esperanza
que me quedaba se desvanecía, “no por favor, por favor, por fa, por...”
“¿Recuerdas?”
Una visión llenando un traste de agua, dejando
caer una toalla húmeda, está caliente. Continúo mi camino, recorro una cocina
que me parece familiar y un pasillo que me resulta de igual manera. Abro una
puerta y esta una mujer recostada en una cama, mi mano toca su frente, tiene
fiebre, exprimo la pequeña toalla, aparto su cabello y la dejó reposar allí. “te vas a sentir mejor mi amor” pero
ella no responde, jadea, su fiebre es muy intensa, así que comienzo a cantar, “te cantaré una canción para que puedas
dormir” comienzo a tararear, ella me toma de la mano y dice “te amo”
Mentira…
“¡Mentiras!” grité y mi estrella emitió una
luz tan intensa que iluminó toda la cueva, era tan radiante que no quedaba
lugar para las sombras, me puse de pie
con una mirada que nunca en mi vida tuve, era la representación del odio y la
venganza. Incluso mis ojos estaban
iluminados y recorrieron aquel lugar secó solo para encontrarme con el espectro
de mi amada, que se escabullía entre las piedras, se escondía de la luz y se
trasformaba en una especie de moho, que atravesaba el suelo rocoso. Una vez que se fue, di media vuelta y
contemple el lugar… Tragué saliva cuando
me di cuenta que no era solo una cueva, y aquellas rocas en el techo no eran
estalactitas, eran colmillos rústicos saliendo de las fauces de una bestia, una
especie de reptil deforme. Mis ojos se sobre saltaron y grité levantando mi
estrella, su luz emitida se concentró en
todo mi brazo y lanzó un rayo que perforó la gran quijada de la bestia, sentí
como se retorcía y su alarido hizo temblar todo el lugar. Traté de moverme pero
mis pies estaban atorados, era como si el suelo también fuera parte de la misma
criatura, levante la mirada y observé como comenzaba a cerrar su boca, entonces
use mi brazo cargado de luz para tratar de cortar mis ataduras y así lo hice,
di un salto hacia atrás y rodé por la pendiente del lago, me aferré a una roca
afilada, sentí como perforó mi mano izquierda, una punzada de dolor recorrió todo
mi cuerpo, intenté ahogar mi llanto y así lo hice, aquel recuerdo me trajo
tanta ira y desesperación que lo único que deseaba era canalizar todos aquellos
sentimientos negativos y matar al monstruo que estaba
delante, no estaba seguro como podía hacerlo, pero de alguna manera sabía lo que hacía.
Intenté escalar pero algo me sujeto del talón,
unos brazos espectrales trataban de arrastrarme hacia el lago que comenzó a llenarse
nuevamente, si no me daba prisa me tragaría entero y solo dios sabe qué clase
de almas atormentadas estarían atrapadas en aquellas aguas. Extendí mi brazo derecho y una estela de luz
golpeó a las sombras que me sujetaban, se evaporaron y pude subir por la
pendiente. Me quedé de pie frente a aquella bestia, un ser rastrero, con forma
reptiliana estaba frente a mí, una deformidad, llena de colmillos y espinas,
una serpiente o la bastardisación de una estaba frente a mí, salía de un
agujero de la pared “¿qué habría del otro lado?” me pregunté, cerré los ojos y una vez más vinieron
recuerdos a mí.
La orilla de un rio, las luces de la ciudad
apenas encendiéndose y los faros iluminando el sendero, la noche había llegado
y poco a poco aquellas farolas parecían luciérnagas estáticas, una banca en
medio de aquel lugar… ella llevaba un suéter ro… no, una chamarra color rojo,
su cabello se perdía con las sombras y su piel blanca relucía con las luces, al
sentarnos en aquella banca, la tome de las manos y… nuestro primer beso.
“¡Apártate de mí!” alcé mi brazo derecho y
concentré toda la luz para transformarla en una especie de haz que atravesó
la quijada del monstruo y cortó en dos su mandíbula, la bestia se retorció un
par de segundos, un chirrido agudo desterró todo el coro de voces y gritos
fantasmales, que con el pasar de los minutos conseguí ignorar cayó. La bestia estaba muerta, pero “¿Por qué no
me devoró mientras pudo?” El cuerpo inerte de aquel ser comenzó a evaporarse y
se transformó en una especie de niebla oscura que se adhirió a las paredes y
poco a poco se fue diluyendo, mientras tanto, donde estaba atrapado su cuerpo
dejó al descubierto la entrada hacia otra habitación, mi estrella dejó de
brillar, o mejor dicho volvió al mismo brillo que tenía en un principio, pero
ya no era mi estrella, ahora era mi mano, la luz salía de la palma de mi mano
derecha.
Caminé hacia la otra habitación que era parte de
la misma cueva. En el centro estaba un cofre, dudé un poco pero al final lo abrí, metí mi mano derecha
esperando lo peor, al retirarla note que que entre mis dedos llevaba una fotografía. “Nuestro
primer beso” dije, reí un poco, “la nuez” y meneé la cabeza de lado a lado
mientras sonreía, la fotografía se iluminó con el mismo resplandor de mi estrella y segundos después estalló en pequeñas partículas que mi brazo
derecho absorbió. Estaba tan distraído por el espectáculo que no me di cuenta de la puerta color rojo justo enfrente de mi.
“Esto no ha terminado”, no sabía si continuar o no, pero tampoco sabía cómo regresar, no podía volver, estaba en el Infralar, o cerca de el, o en mis pesadillas, no entendía nada. Así que continúe, puse mi mano en la perilla, la giré abrí la puerta y di un paso hacia adentro, la puerta desapareció y frente a mi surgió la persona que más odiaba, que detestaba, pero al mismo tiempo a la que menos imaginé que estuviera atrapado en ese lugar… me vi a mi mismo.
“Esto no ha terminado”, no sabía si continuar o no, pero tampoco sabía cómo regresar, no podía volver, estaba en el Infralar, o cerca de el, o en mis pesadillas, no entendía nada. Así que continúe, puse mi mano en la perilla, la giré abrí la puerta y di un paso hacia adentro, la puerta desapareció y frente a mi surgió la persona que más odiaba, que detestaba, pero al mismo tiempo a la que menos imaginé que estuviera atrapado en ese lugar… me vi a mi mismo.
Continuará.
King Feria
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