El cuarto oscuro
No suelo creer mucho en los sueños más allá de
que son una representación abstracta de los deseos ocultos que todas las
personas tenemos. A veces sucede que
soñamos con la muerte de un ser querido, pero esto no quiere decir que es parte
de alguna fantasía, si no meramente la relación que tuviste con aquella persona
en algún punto de tu vida y lo relacionaste con tus propios temores.
Sin embargo existen ciertos elementos que
hacen del mundo onírico una ventana hacia el futuro u otras dimensiones… no
debo mencionar esto abiertamente ya que si alguno de mis colegas de la
universidad lo escuchara perdería toda mi credibilidad como doctora, especialista
en la demencia humana. A pesar de mis
esfuerzos por intentar encontrar alguna pisca de raciocinio no lo he podido
lograr y no quisiera pero estoy completamente segura de que Damián tiene algo
que ver. Ya que desde que aquel niño
pisó mi consultorio no he parado de soñar con… eso… aquella figura humanoide.
Todo comenzó hace nueve días exactamente,
cuando recibí una llamada del doctor Juan Méndez pidiéndome un favor muy
especial. Estaba un poco intrigada porque jamás había sido requerida por mi
colega. Me invito a tomar una taza de café en alguna de nuestras horas de
descanso, a decir verdad me parecía muy bien, parte por mi curiosidad de lo que
tenía que decirme y parte porque siempre se me había hecho un hombre bastante
atractivo. Acepté y unas horas después
estábamos sentados frente a la universidad en un pequeño puesto de
expresos. Me encontraba sentada frente a una mesa bajo una gran sombrilla que
cubría los radiantes rayos del sol de verano, mientras que Juan se acercaba con
dos tazas de café, una en cada mano. Al ponerla frente a mi tomé el sobre de
azúcar y lo vertí, Juan me ofreció el de crema pero lo rechacé, comencé a
revolver mi bebida y cuando estuvo lista di un sorbo, el hizo exactamente lo
mismo. Le temblaban las manos, parecía nervioso, o mejor dicho ansioso, como si
no fuera la primera taza de café del día, tenía unos sacos ojerosos muy
marcados a causa de la constante falta de sueño. Estaba tan concentrada
apreciando los detalles de su aspecto que ignoré que había estado llamándome
desde hace unos segundos.
Fragmento del cuento: El cuarto oscuro.
King Feria.
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